jueves, 2 de abril de 2020

MANUEL GRACIA, 'LOGOS'. DEL FLUIDO DIÁLOGO ENTRE EL AZAR Y LA RAZÓN.


Manuel Gracia en su serie pictórica “Logos”, que expone en Galería Orfila (1), propone una nueva abstracción que aspira subsumir las antinomias del informalismo y su contraparte, los planteamientos constructivistas. Un diálogo que, desde el señalado globalismo del arte contemporáneo, cabe desentrañar en su caso -aun sin pretender agotar el tema -, a partir de la mirada de Occidente a la pintura y cultura orientales.

 
         Manuel Gracia. 'Logos 162'. Lacas y óleo/MDF, 160 x 160 cm


Así, el jaspeado o marmoleado, practicado en Japón desde el siglo XII con el nombre de “suminagashi” (literalmente, "tinta negra que flota"), técnica de aguada enriquecida después con gran variedad de colores por artistas como Ogata Korin (1657-1716), cuyas formas sinuosas llamaron la atención del Modernismo, o Suzuki Harunobu (1724-1770) (aunque, ya a partir del siglo XV, su versión turca a base de tintas más espesas llamada “Ebru” se extendería por Europa aplicado al arte de la encuadernación, principalmente en las hojas de guarda), es adaptado por Manuel Gracia a la pintura al óleo, partiendo de idénticos principios con que aquella antigua técnica fue concebida.

                            Ogata Korin 

                               Suzuki Harunobu. 'El gran simio'

El aspecto azaroso que resulta del vertido y movimiento de los pigmentos sobre la superficie del cuadro, su mezcolanza y fluidez características, remite a esa espontaneidad controlada, la importancia puesta no tanto en el resultado como en el proceso, propia del ascendiente del Zen en el arte de Extremo Oriente; una influencia que se deja sentir primeramente en el expresionismo abstracto a través de la valoración del gesto. Otro tipo de belleza atenta a los procesos de la naturaleza, incorporando incluso lo feo e informe, lo provisional y efímero, la vulnerabilidad y desgaste de los materiales infringido por el paso del tiempo -en el caso concreto del “wabu sabi”-, se desprende de la estética Zen en su énfasis en una actitud receptiva hacia lo dinámico en la ejecución de la obra, dando lugar a un estado de alteración o ampliación de la conciencia. El vacío, tan importante en el pensamiento Zen, se concibe como el espacio no conocido, sólo captable subjetivamente en el devenir, según su concepción unitaria de tiempo=espacio. Una idea que incorpora a la vanguardia en Occidente John Cage (1912-1992), tanto a través del silencio en sus composiciones musicales como, al servirse del humo en sus obras plásticas, de la aleatoriedad que lleva implícita la noción de cambio -en la que parte de sus conocimientos de micología -, haciendo suyo el precepto Zen en el arte de operar igual que la naturaleza y, consiguientemente, aceptando el elemento “azar” cualesquiera sean los resultados.

        Manuel Gracia, 'Logos 166'. Lacas y óleo/MDF 160 x 160 cm

         Hokusai. 'La gran ola de Kanagawa' (1830-1833)

Esta aparente dejación del ego supone, por el contrario, una afirmación del artista frente a toda tradición preexistente, como sucedió en la pintura china a partir del pintor paisajista y calígrafo Shitao (1632-1707), quien, inspirándose en el Tao, el Zen y el I-Ching o “Libro de las Mutaciones”, escribe un tratado sobre pintura en el que la idea del trazo como “soplo”, que él llama “pincelada única”, supone el desprendimiento del Yin-Yan como primera afirmación del ser y la imagen, el resultado del Vacío original. Para ello, el artista tiene que liberarse de cualquier método o escuela del pasado, confiando solamente en su espontaneidad e intuición. Este vacío en la pintura de paisaje china y japonesa se expresa como espacio mediante la técnica “On-ne” (“nubes y humo”); discontinuidades de zonas en blanco que suponen una abstracción extática del tiempo vía esas representaciones atmosféricas. De manera similar, la línea, desde las primeras vanguardias constructivistas, buscó liberarse de su tradicional papel figurativo (la línea como contorno de figuras y configuraciones espaciales), para pasar a ser una abstracción espacio-temporal, tanto mejor cuanto más ausente estuviese de ella la mano del autor, como en el caso de las finas y esquemáticas diagramaciones a base de escuadra y compás que Manuel Gracia superpone a aquellas otras ebulliciones orgánicas o matéricas, y a cuya sensación de tiempo congelado en el espacio contribuye la exótica delicadeza del lacado. Como afirmaba la artista rusa Liubov Popova (1889-1924): “La línea, entendida como color y como vestigio de un plano transversal, dirige y participa en las fuerzas de la construcción (...). La textura es el contenido de las superficies pictóricas.” (2)

       Manuel Gracia. 'Logos 184', lacas y oleo/MDF 60 x 170 cm

                                       Shitao. 'Pabellón cerca de una vertiente'

(1) Manuel Gracia, “Logos”. Galería Orfila, 20 de febrero a 2 de marzo de 2017.


(2) Benjamin H.D. Buchloh. Formalismo e historicidad. Modelos y métodos del arte del siglo XX. Madrid, Akal, 2004, p. 236.


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