sábado, 14 de julio de 2018

"ADEFESIOS AMOROSOS". EL TEMA DE LA VIOLACIÓN EN LA OBRA DE FRANCISCO MATEOS.


Un tema reiterado a lo largo de la obra de Francisco Mateos y del que en la exposición que le dedica Galería Orfila, entre el 25 de junio y el 14 de julio, hay algunos ejemplos, es el de la violación, la violencia sexual ejercida sobre la mujer. En él muestra su faceta quizás más inequívocamente expresionista, pues se inscribe en el “pathos” que particulariza, de manera especial, a este movimiento. Así, el entronque con Goya, su moderna visión subjetiva a la par que pesimista y crítica de la condición humana, que hacía extensibles a las circunstancias que vivía el país, habrá de encontrar en Mateos, en este asunto en particular, su más claro parangón: la bestia que anida en el ser humano, que aflora en aquellos momentos de crisis en que la civilización parece tambalearse y que la hipocresía y el recato, si no es aún el miedo, se empeñan en ocultar. En ambos, la mujer es la primera víctima, si bien en el artista aragonés hay un actitud ambigua o ambivalente que la coloca, a la vez, como culpable de la incitación de esos bajos instintos, mientras, en la que se ha calificado como su obsesión por la “doncella perseguida” (1), da muestras, por otra parte, de su sensibilidad y empatía respecto a su condición de víctima, convirtiéndola precisamente en emblema -más político, que moral - de la belleza y la bondad amenazadas por la maligna manipulación, mediante sortilegios, pócimas y engaños, de la alcahueta-bruja, esta sí, siempre una mujer vieja y fea, símbolo para Goya de lo monstruoso y degradado de aquel tiempo, y sobre la que hace recaer todo el peso de su misoginia. Hasta la reelaboración de esta iconografía de Goya por Mateos -al punto de tomar de él, a veces, citas textuales -, media un tracto histórico, pasando a su vez por su continuador, Eugenio Lucas, que va de una sociedad patriarcal y, por ende, profundamente misógina, hasta lo que fueron, en el período de la España republicana, las primeras conquistas de derechos de la mujer (divorcio, matrimonio civil, derecho al voto), inscritas en la que sería una lucha todavía más ardua, contra el poder masculino y el cambio de mentalidades que ésta llevaba acarreada, y que es justamente el momento en que arranca y se sitúa esta -también obsesión - temática de Mateos.


                                                       Goya. "El sueño". Litografía. Burdeos 1819-26


                                                      Eugenio Lucas. "Tipos populares". Aguada.


  Francisco Mateos. "El síncope". Acuarela, 1934 (MNCARS)


En un contexto eminentemente político, su inmersión en este tema se inicia con los dibujos que ilustran la serie de artículos del diario filoanarquista La Tierra, de los que era autor su redactor-jefe, Eduardo de Guzmán, que denunciaban las condiciones de explotación de la prostitución en Madrid. El acento satírico-grotesco que el asunto de la prostituta propiciaba, junto a la disformidad moral y física de sus clientes y proxenetas, ya explorado por Goya en sus aspectos concomitantes con la brujería y del que se ocupó en un porcentaje significativo de sus Caprichos, se une, en el caso de Mateos, a su denuncia de la doble violencia infringida a la mujer que la explotación sexual en realidad significaba, al extenderla al mismo sistema de explotación de clases. Bajo este contexto, no son extraños los ecos, en algunos de sus dibujos, del verista George Grosz, al igual que late en ellos la confrontación con una violencia que hace extensible a la ejercida sobre la mujer en general, que sería descrita asimismo por los expresionistas con singular crudeza, hasta llegar incluso al asesinato, como en el drama teatral de Oskar Kokoschka El asesino: la esperanza de las mujeres, publicado en la revista Der Sturm, o, más allá, su ulterior descuartizamiento, en la ilustración de Kirchner, de 1914, de la novela La Bête Humaine de Emil Zola (2); una violencia que halla sus precedentes en algún grabado de Durero, como el titulado El violento, que guarda también grandes semejanzas formales con esta serie de dibujos de Mateos, pero más aún con algunas estampas que realiza entonces simultáneamente. Por otra parte, el voyerismo que está detrás de la objetualización del cuerpo de la mujer, dentro del tipo de sexualidad del macho dominante, poseía una larga iconográfica que se remontaba a la pintura del Renacimiento, siendo uno de sus temas más elocuentes, tratado también varias veces por Mateos a lo largo de su trayectoria, el de “Susana y los viejos”. Una de las más destacadas interpretaciones de esta historia bíblica es la que realizó, en 1610, Artemisa Gentileschi, precisamente a causa de que, lo que en ella se cuenta, le afectaba personalmente: un par de viejos jueces espían e intentan violar a Susana mientras se bañaba, pero al resistirse ella a la agresión, la acusan de adúltera y la condenan a muerte; finalmente se impone la verdad y son los jueces los ejecutados; una advertencia que hacía Artemisa a su maestro ante la amenaza de su propia violación.

                                                                Durero. "El violento". Grabado.

                         Mateos. "Apareció como un monstruo". Dibujo tinta. La Tierra, Madrid. 27-11-1934

                               Mateos. "Sólo hallarás una causa: hambre". Dibujo. La Tierra. 27-11-1934

          Mateos. S.T. (dibujo de la misma serie: "Amor a 15 céntimos la palabra"). La Tierra. 22-11-1934.

Con todo, la eficacia propagandística de estos dibujos, consciente del público popular a quien iban dirigidos, responde a su vez a una hibridación de alta y baja cultura, característica del arte gráfico de Mateos en aquellos años, cuya vena satírica incorpora, en parte, la mordacidad de una tradición caricaturesca decimonónica, ya entonces devaluada, que subsistía como expresión de cierta subcultura popular. En ella, una de sus imágenes originarias, que llegaría a convertirse en arquetipo, era la figura de una bella joven maltratada que sufría mil calamidades a manos de personajes sin escrúpulos y que venía a ser una alegoría del sufrimiento y males de la nación a causa de sus políticos ineptos y corruptos. Un funcionamiento alegórico semejante, como vimos, se encuentra también en Goya, dentro de la desazón que le producen las circunstancias y el patrio destino durante los últimos años de si vida. Sin embargo, la traslación que hace Mateos de una y otra tradición, una vez incardinadas en la lucha de clases y el proceso revolucionario que vivía España en aquellos momentos, adquiere un significado más universal que afecta, esta vez sí, plenamente, a la verdadera condición de la mujer y a su propia lucha por la liberación. Es así como, en primer término, se integran en la campaña del anarquismo contra la prostitución entendida como explotación, cuestión central de Mujeres Libres, nacida poco antes de iniciarse la Guerra Civil tras la fusión del Grupo Cultural Femenino (de la CNT de Barcelona) y Mujeres Libres, de Madrid, que surgieron a fines de 1934 como consecuencia de la Revolución de Asturias (3).


Muy probablemente, es la brutal represión que puso fin a esta última, en unión a las de de los levantamientos campesinos que se habían sucedido desde el inicio de la II República -de algunas de los cuales había sido testigo Mateos en primera persona, como reportero de La Tierra -, el trasfondo que constituye su serie de estampas “Adefesios Amorosos”, que expone en la Agrupación Castro Gil, de Madrid, en octubre de ese mismo año. Ahora, su tema es directamente el de la violación, dando un paso más en su denuncia, ya sin posibles excusas ni paliativos que la justifiquen, de la violencia ejercida sobre la mujer, pero a su vez con una implicación política que era capaz de remover, como removía, las conciencias. A fin de describir eficazmente esta violencia, Mateos inaugura el que será posteriormente su característico y personal lenguaje expresionista, al punto de repetir y retomar una y otra vez el tema, lo que da una idea de su importancia, tal como ocurre en algunos grabados de su serie Papapájaros, de 1961, cuando forma parte del colectivo Estampa Popular, o en pinturas como El robo, de 1960, ambos presentes en la exposición de Galería Orfila. Este “pathos” se hallaba ya, a efectos de su adecuada recepción, en la violación de una humilde campesina por los esbirros de su amo terrateniente descrita a lo largo de diez páginas en la novela Jarrapellejos (1914), de Felipe Trigo; un autor de éxito popular que, además de ser defensor de una sexualidad libre que equiparara a hombres y mujeres, llego a ser, también, el principal defensor de los derechos de estas últimas en el Madrid de entreguerras. Pero el alcance de estas estampas no se limitó a su exhibición en aquella muestra, sino que, en los meses sucesivos, sirvieron para ilustrar, en el diario La Tierra, su serie de artículos de carácter aproximadamente literario que versaban a su vez sobre lo sucedido en Asturias y, gracias a lo cual, lograron sortear la censura que el Gobierno había impuesto sobre este asunto. Relatando, siempre elusivamente, la situación de indefensión y temor de la población ante las tropelías cometidas por el Ejército de África, comandado por el General Franco y su Legión, enviados por el Gobierno CEDA-Lerroux para sofocar el levantamiento de los mineros en Asturias, en lo que supuso todo un adelanto de las prácticas de exterminio del enemigo y encarnizamiento con la población civil llevadas a cabo en la guerra que estalló apenas dos años después, Mateos toma, como en sus estampas, las violaciones múltiples que entonces se cometieron, a fin de realizar una doble denuncia de la conculcación de los derechos mínimos tanto de hombres como de mujeres, tratando de movilizar, junto con otros redactores de este periódico, una ola de solidaridad en el resto del país.

                          Mateos. S.T. Estampa de la serie "Adefesios Amorosos". La Tierra. 7-12-1934.

              Mateos. "Bodas de mendigos". Grabado de "Adefesios Amorosos". La Tierra. 1-12-1934.

Vale la pena citar a su polo opuesto, no sólo en el arte, en esos momentos, uno de los promotores de la ideología fascista que alentaba ya tras aquellos acontecimientos, Giménez Caballero y su libro El Arte y el Estado, publicado en 1935, en que equipara el arte a la mera función de la mujer como instrumento; en ambos, el amor sirve sólo para la perpetuación, no puede quedarse en “espasmo erótico” y es la agresividad la que resuelve este dilema: El Arte es sencillamente una técnica de conquista. Técnica guerrera. Es algo así como poseer a una mujer, tras largo deseo, y preñarla de un hijo nuestro.  Esto, lo mismo llevado a la política, en su formulación nacionalista igualmente violenta: España –es decir, Castilla – país mal dotado –por ej – para trepar por escalas de melodías sonoras a sonoros paraísos; Castilla, país épico, heroico y antilírico, tuvo siempre la facultad de asimilar a dentelladas lo mismo las tierras vecinas que los favores de las mujeres y que la beatitud de Dios. País de imperio, Castilla sintió la sublimidad carnifágica del león. Don Juan se comía a las mujeres, como el león a sus presas, tras desearlas, tras morirse por sus pedazos. (…) España ha sido y es más un país de mordisco que un país de beso. El beso es un mordisco atenuado, culturizado, desvirtuado... que sólo conviene a los pueblos gastronomistas y cocineros. Por ej, Francia: dulce tierra del besar y de la buena mesa. El beso y la buena mesa pertenecen a una tecnifagia de otro orden que a la dramática y trascendente a que España está adscrita. (4)

Mateos. "Humos de la calle". Linóleo de la colección Papapájaros. 1961 (Exposición Galería Orfila)

      Mateos. "Así no crece la hierba". Linóleo col. Papapájaros. 1961(Exposición Galería Orfila)

                                     Mateos. "El robo". Óleo, 1960 (Exposición Galería Orfila)

Acabo transcribiendo uno de aquellos artículos de Mateos publicados en La Tierra, “((Frente Ibérico) No salgas al campo.” (27-11-1934): Vuelven las viejas leyendas. Si vas al campo, si subes a las montañas, no volverás nunca más como eras antes. Antiguamente, el diablo, con sus patas de chivo, su peluda barba y sus cuernos retorcidos, cazaba las almas con lazo. Se escondía detrás de un árbol corpulento, extendía un hilillo de acero, y cuando pasaban ¡tras!, tiraba, y tu alma la metía en un saco. Se decían millones de misas, pero por más que te entrasen (ilegible) por los oídos, tú no tenías salvación, y cuando morías, de tu cuerpo empezaban a salir gusanitos negros con los ojos luminosos: los miles de demonios que te habían entrado en la carne.  

Ahora no salgas al campo. Ya no está el diablo; ahora es pero, mucho peor. Por el campo merodean, ¡válgame Mahoma!, hombres de carne y hueso, que te cogerán desprevenida y no querrán tu alma, sino tu cuerpo, con el que cebarán sus instintos. Si eres mujer hecha, te empreñarán un hijo que te achicharrará las entrañas, porque quizá sea este padre furtivo el que en la misma ladera, en nombre de no se sabe que cosa, habrá arrancado el vivir a tu hombre. Si eres una niña sentirás llegar la muerte cuando una mole viscosa de gritos sádicos, horripilantes, al desflorarte. Tb quizá habrá roto la vida a tu padre bueno.
Ayer huías a los mendigos que al brutal acto cometido en las encrucijadas lo llamaban su primavera de amor. ¡Quizás aquello fuese disculpable! ¡Al sin ley, al escupido fuera de la sociedad, no se le pueden exigir sensibilismos! Pero estos de ahora son aquellos en los que si acaso no tuviste simpatía, la representaban ante ti como el refugio ante los mendigos rijosos.  
No salgas al campo, porque todo ha cambiado, y entre las montañas y en los descampados, después de tus hombres, merodean los trasgos de esta hora: aquel que de niña besabas las manos, aquel otro de (ilegible...) cuando de pequeña no te querías dormir.   
Mujer, no salgas al campo, porque el odio está escondido detrás de cada mata.


(1)   E. Mottini,“Goya, amaro e feroce”, L’anima e il colore, saggi d’arte, Roma Milán, 1929, citado por Nigel Glendinning, Goya y sus críticos, Taurus, Madrid, 1982.
(2)   Julia Barroso Villar, “Iconografía femenina en el arte de vanguardia: la Neue Sachlichkeit alemana”, en Actas del Primer Coloquio de Iconografía, 26-28 mayo 1988, Cuadernos de Arte e Iconografía, 2º semestre 1999, Fundación Universitaria Española, p. 152.
(3)   Antonina Rodrigo, “Mujeres Libres y Mujeres Libres en el exilio”, Solidaridad Obrera, Barcelona, 2010, nº extra Centenario CNT.
(4)   Citado por Alexandre Cirici, La estética del franquismo, Barcelona, Gustavo Gili, 1977, pp. 68-69.

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