jueves, 12 de julio de 2018

GARCÍA LORCA, FRANCISCO MATEOS Y EL CAFÉ DE ORIENTE



                            Alicia Lázaro y Tony Madigan en su recital en Galería Orfila

La Canciones Populares de Federico García Lorca, junto a sendas composiciones de Falla y Eduard Toldrá, formaron parte del recital que, el pasado sábado 30 de junio, ofrecieron la mezzo soprano Alicia Lázaro y Tony Madigan a la guitarra, dentro de los actos paralelos que se celebran en Galería Orfila con motivo de la Exposición Francisco Mateos (Sevilla, 1894- Madrid, 1976). El duende que tomó presencia en la sala mucho tiene que ver con la obra de este artista sevillano y nos retrotrajo al ambiente de aquella tertulia madrileña donde Lorca y él se conocieron, según nos cuenta: “En 1924, me reunía en el Café de Oriente con Barradas, Buñuel, Dalí, Lorca, Manuel Abril, Alberto… Después de que el café despachaba a todos los clientes, nos quedábamos nosotros en él hasta romper el día. Entonces, Lorca abría el piano del establecimiento y preparaba en él toda una serie de canciones populares, de las que fue maestro extraordinario.” (Entrevista a Francisco Mateos de José de Castro Arines, diario Informaciones, 1953). 

                                           Revista Popular, Córdoba. Nº 32, 15-II-1927

En este Café popular había veladas musicales, violín y piano, a cargo de un dúo de señoritas, según los testimonios de Rafael Cansinos-Asséns y Ramón Gómez de la Serna; a ellas hace probablemente referencia un dibujo de Mateos de una mujer violinista, publicado en la cordobesa Revista Popular, que guarda grandes semejanzas con los dibujos, asimismo en línea, que Alberto realiza en esa época, retratando el ambiente del café. Con su tono cáustico habitual, José Bergamín relata: “…Conocí otro Alberto que cantaba. Cantaba con una voz extraña, voz oscura, bronca, profundamente desentonada, desgarrada, lamentable.” (“Conocí cuatro Albertos”, en ‘Homenaje al escultor Alberto’, Litoral, Málaga, nº 17-18, III-1971). No muy de acuerdo con esta apreciación, Mateos recuerda, por el contrario, la buena voz de Alberto cuando, juntos, acompañaban las zarzuelas que también interpretaba Lorca al piano durante esos trasnoches en el Café. Aunque Lorca compone sus Canciones Populares en 1930 y  las graba, a primeros del año siguiente, él al piano, cantadas por Encarnación López, “La Argentinita”, ya se había interesado con anterioridad por el flamenco, cuando escribe, en 1920, “Poema del cante jondo” (que no se publicaría hasta 1932), atribuyendo, precisamente, un excesivo peso de lo popular a lo que es en realidad el cante, creado por autores individuales y, más aún, por tratarse de la expresión acongojada del estado de marginación de una etnia, la gitana y no, propiamente, una manifestación del folklore andaluz. Ello respondía a su particular campaña contra el “antiflamenquismo”, extendido dentro del regeneracionismo propio de la cultura de la época, proponiéndose redimir al género de su mala fama asociada a aquellos antros y tugurios, los cafés cantantes, en los que creció y entonces se ejecutaba. Es con este mismo propósito, que organiza con Falla, en 1922, el Concurso de Cante Jondo, en Granada (1). Un dibujo de Mateos, firmado “Sevilla 1921”, ilustra en la revista La Esfera un artículo sobre este acontecimiento. En él, como en el grabado titulado “Escena andaluza”, publicado ese mismo año en La Gaceta de Múnich y la xilografía firmada “Sevilla 1925” en Revista Popular, Mateos no escatima recursos para recrear esos ambientes de cafés cantantes y tablados, cargados e incluso lóbregos; claroscuros que contrapuntea con el brillo del blanco y el drapeado de los vestidos de las bailaoras en ritmos arabescos de no disimulada sensualidad, fiel a la catarsis erótica que el flamenco representa (2) y esa afirmación del cuerpo que, como una forma de conciencia de clase, constituían para las poblaciones populares urbanas, dentro de la naciente cultura de masas, éste y otros espectáculos similares, con sus correspondientes géneros musicales (tango, cuplé, etc.), desencadenantes, siempre, de una desinhibida sexualidad (3).

                                                 La Esfera. Madrid. 12-VIII-1922

                                                Gaceta de Munich. Nº 46, 16 XI-1922


                                                     Revista Popular. Nº 5, 1-I-1926

 El flamenco será tratado, en la primera mitad de la década de los años veinte, también desde una óptica expresionista, por el Ultraísmo: Norah Borges, Sonia Delaunay y en algún grabado de Huici en la revista Alfar (e indirectamente, reflejando la cultura popular andaluza, en los grabados de Bores de esa época, dentro a su vez de este movimiento), así como en las pinturas de Souto, cuando se traslada con su familia, desde su Galicia natal, a Sevilla, el año 1920, dejando una impronta que marcará en adelante su obra. Le sigue el neopopularismo de la Generación del 27 (Lorca y Alberti) y también, asociadas a ellos, bailarinas que funden las formas contemporáneas del baile clásico con el del flamenco, como la citada “Argentinita” y Antonia Mercé, “La Argentina”, está última, además, creando vestuarios de compleja e impactante vistosidad, asimilando la formas plásticas de las nueva estéticas,  tal como refleja una caricatura de Mateos publicada en el diario La Tierra, con motivo de la cesión del lazo de la Orden de Isabel la Católica por el Gobierno de la República a la universal bailarina.

                                                     La Tierra. Madrid, 1-12-1931

(1) Félix Grande, "García Lorca y el flamenco", en Loureiro (coord.), Estelas, laberintos, nuevas sendas. Unamuno, Valle-Inclán, García Lorca. La Guerra Civil. Anthropos, Barcelona, 1988.
(2) Serge Salaün, "Apogeo y decadencia de la sicalipsis", en Discurso erótico y trasgresor en la cultura peninsular. Siglos XI al XX. Madrid, 1992.
(3) Iris M. Zavala, “Arqueología de la imaginación: erotismo, transgresión y pornografía”, en ídem.


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