Mateos, ‘Interior con sombras’. Linóleo. Col. Papapájaros, 1961
(Exposición Galería Orfila)
Una parte sustancial de la exposición de Francisco
Mateos (Sevilla, 1894 -Madrid, 1976), que celebra Galería Orfila, de Madrid,
entre el 25 de junio y el 14 de julio de este año, con que se conmemora el
cuarenta y cinco aniversario de la fundación de la galería, está dedicada a su
serie de grabados titulada Papapájaros,
que, en 1961, su director, Antonio Leyva (1), doce años antes de que se inaugurara la sala, editó
en la colección de grabado y poesía, TRILCE. Esta serie, compuesta por
veintitrés planchas, junto a la pintura que le dio nombre y que forma parte
también de esta exposición, se expuso aquel mismo año, por primera vez, en la
Galería Fernando Fe, de Madrid, que dirigía el crítico de arte Manuel Conde, y
supone la culminación, por tratarse de su serie gráfica más amplia y
significativa, de la colaboración que Francisco Mateos desarrolló entonces dentro
del grupo Estampa Popular.
Pero antes de entrar de lleno
en este asunto, es preciso referirse a algunos precedentes en la trayectoria de
Francisco Mateos (2),
imprescindibles para dar de él una cabal valoración. Es el caso de su encuentro
con el escultor Alberto Sánchez, vecino suyo en el barrio madrileño de
Lavapiés, donde vivía Mateos desde la edad de doce años, tras emigrar desde
Sevilla con su familia huyendo de la penuria; una amistad que se fragua, siendo
ambos apenas adolescentes, desde una compartida vocación artística, rara
entonces entre personas de su humilde condición social, así como por el
propósito de llevarla a cabo dentro de su común compromiso social y político.
Afiliados a las Juventudes Socialistas, desarrollan juntos proyectos utópicos y
discuten sobre el destino colectivo que quieren dar a su arte (3), adquiriendo al tiempo una nada desdeñable
formación general gracias a los programas de extensión
educativa y cultural que entonces promovían las entidades socialistas. De
acuerdo a aquellos principios estéticos e ideológicos, Mateos opta por
dedicarse a la caricatura y empieza a colaborar, siendo aún muy joven, en
publicaciones socialistas, haciéndolo seguidamente, a partir de 1915, en
revistas como España, dirigida por
José Ortega y Gasset. A través de estos medios intelectuales, como es el caso,
también, de Ramón Gómez de la Serna, entra en contacto con las nacientes
vanguardias artísticas, participando, por ejemplo, en los prolegómenos del
Ultraísmo. Si bien su dedicación a la pintura no se inicia sino hasta el final
de los años veinte, ya a principios de esa década incorpora aspectos formales y
planteamientos de este último movimiento -de raigambre fundamentalmente
expresionista - a su citado empeño de dedicarse en exclusiva a un arte de
distribución masiva, creando el que se puede se considerar, bajo estos
parámetros, el inmediato precedente, en nuestro contexto, de un realismo
social.
Esta renovación de la estampa
la lleva a cabo Mateos a través de un nuevo lenguaje, a medio camino entre la
viñeta artística y/o humorística y la sintaxis del cartel propagandístico, en
una síntesis en que se desmarca tanto de la iconografía obrera finisecular, de
su retardataria retórica de tonos épicos o encomiásticos y su trasnochado
naturalismo, como de la caricatura ceñida al escarnio o la mofa de los
gobernantes de turno y el acontecimiento político circunstancial, propios del
humorismo gráfico de la época. Aun partiendo de la caricatura por su capacidad
comunicativa y su indudable ligazón con la cultura popular, se distancia de
ésta en lo que a lo festivo o anecdótico se refiere -no así en cuanto a sus
aspectos satíricos y su formalidad sumaria -, para, en función del asunto
abordado, sirviéndose a su vez de la enunciación persuasiva y concisa del cartel,
tratar de incitar a una reflexión sobre las causas profundas de una realidad
concreta, contemplada con una perspectiva crítica e histórica. Será ésta
primero, en 1920, y siempre en la prensa socialista, la del llamado “trienio
bolchevique”: la movilización -que en ese momento vivía sus últimos estertores
- del campesinado andaluz. Alzado frente a su explotación secular, sufría éste
una sistemática represión de sus organizaciones y de cualquier tentativa de
acabar con esa situación, generándose una sórdida violencia, en un proceso
estragado ya desde el último tercio del siglo anterior. Una violencia sobre la
que Mateos, en su denuncia, cambia el punto de vista oficial, poniendo en
cuestión las razones de quienes justifican o ejercen la opresión, erigiendo por
primera vez en su lugar como interlocutores a sus víctimas, al tiempo que,
determinado a transmitir su sufrimiento, se subsume en una toma de posición
consecuente que le hace sentirse partícipe de sus utopías y esperanzas. Este proceso, al fin y al cabo de interiorización, no
podía hacerse efectivo sino por medio de esos nuevos recursos plásticos, a
través de los que Mateos logra resolver la contradicción en que incurría la
cultura y propaganda obreras en su utilización del lenguaje artístico de la cultura
oficial, mediante la que las clases en el poder perpetuaban y transmitían los
valores ideológicos en que fundaban su posición dominante. Al enfatizar
aquellas condiciones de explotación, pero, más aún, su violencia explícita, en
la que no cabía ambigüedad alguna sobre sus causas, como tampoco la posibilidad
de su transposición épica ni el lenitivo moral de una actitud conmiserativa,
por cuanto su desnuda denuncia conducía a una toma de posición activa e
inequívoca, Mateos abría la vía inédita de un arte de contestación y
consiguiente recepción no alienada.
Mateos, ‘Pidió pan’. La Internacional, Madrid, 26-10-1920
Castelao es entonces el
referente para Mateos, pues además de la compartida temática de la explotación
del campesinado, era ya un artista imprescindible en la renovación de la
ilustración gráfica y el grabado en la segunda década del siglo, en la que se
inscriben también dibujantes y grabadores del “noucentisme” catalán, como
Nogués y Obiols, si bien, en éstos, unos condicionantes políticos completamente
distintos impiden que la importante efusión de lo popular en su obra, pese a su
ironía crítica y su recurso a tradiciones autóctonas del grabado popular, se
adscriba propiamente a un compromiso de clase. Pero, ya a estas alturas, Mateos
conoce de primera mano el expresionismo centroeuropeo, tras obtener una beca en
Alemania, definiendo la que será su principal aportación al arte español, como
el iniciador y creador de nuestro expresionismo. En tanto, a su retorno, en la
segunda etapa de su colaboración en El
Socialista, a mitad de los años veinte, aporta las influencias de George
Grosz, Käte Kollwitz y las formas sintéticas del grabado xilográfico
expresionista, que confluyen con su personal interpretación de cierta tradición
caricaturesca de carácter satírico-grotesco, ya entonces devaluada,
perteneciente a la subcultura popular; su vehemente agresividad y primitivismo
le sirven a Mateos para dotar a sus viñetas de un carácter especialmente acre e
incisivo, que caracteriza asimismo su producción gráfica de los años treinta.
Tras romper con el partido socialista, disconforme con su política de
colaboración con la Dictadura, una vez llegada la República, se convierte en un
ferviente crítico de los intentos patrocinados por los socialistas, una vez en
el poder, de crear un “arte social” basado en una pasadista y halagadora
temática obrerista, un amanerado miserabilismo “muy cromo”, que considera
cuanto menos hipócritas y, en todo caso, artísticamente reaccionarios (4). Posición que sostiene en sus críticas de arte en La Tierra, diario afín al anarcosindicalismo, en que cuestiona
un realismo mal entendido, abogando por un arte renovador y a la vez de
implicación colectiva, que es la línea que alienta y reconoce en varios
artistas de la generación de 1930 (Souto, Rodríguez Luna, Climent… ), con los
que compartía en esos años sus primeros pasos como pintor. Sus series de
grabado durante la Guerra Civil muestran idéntica hibridación entre alta y baja
cultura, sumando ahora el ascendiente de Goya y el conceptismo barroco (ecos de
su paisano Valdés Leal) al sarcasmo fetichista de la muerte y la putrefacción,
elementos indiscernibles de la cultura el bando agresor.
Tras un período de obligado silencio, entre entradas
y salidas de la cárcel durante la primera postguerra, Mateos se convierte, al
menos para un sector de la crítica, en el más significado -aunque todavía
solitario - representante del expresionismo en España, además de un referente y
un enlace con la cultura anterior de la Guerra Civil para todos los que
luchaban por su reconstrucción bajo la opresión de la Dictadura. No es, sin
embargo, hasta finales de los años cincuenta, en que llega, por fin, el momento
de Mateos, cuando se produce una auténtica reactivación de la figuración
expresionista a consecuencia de la crisis del Informalismo, si bien ello viene
también acompañado por las discusiones teóricas y posicionamientos de diversos
artistas y críticos en torno al tema del compromiso, la relación entre el arte
y la sociedad, en un momento, en España, de creciente conflictividad social y
política. Descartadas, por estéticamente obsoletas, fórmulas como las del
realismo socialista, la asimilación del lenguaje expresionista resultaba la
opción más atractiva y convincente, más aún debido a su absoluta
contemporaneidad. Es el origen del grupo Estampa Popular, a cuyo núcleo
fundacional, en 1959, en Madrid (José Ortega, Javier Clavo, Zarco, Zamorano,
Ortiz Valiente…), se incorpora Mateos, en septiembre de 1960, cuando participa
en la cuarta exposición del grupo, en la Sala de la Biblioteca Municipal de
Manzanares, tres meses después de su presentación, en la Sala Abril, en mayo de
ese año. Además de un acicate para este colectivo, que estaba compuesto mayoritariamente
por jóvenes pintores, la incorporación de Mateos, como la de Antonio Saura unos
meses después, habría de suponer indudablemente un prestigio añadido, sumado al
bagaje de su experiencia, que hemos tratado de resumir aquí.
Mateos, ‘Los mineros’.
Linóleo. Col. Papapájaros, 1961
(Exposición Galería Orfila)
Este asunto ayuda a comprender el paso de Mateos por
Estampa Popular, que no puede considerarse meramente simbólico, sino que
respondería a una afinidad tanto artística como política que se rompió
bruscamente debido a aquella desgraciada circunstancia, propia de la situación
de opresión y miedo impuesta por la Dictadura. Del mismo modo, resulta
cuestionable la afirmación de que no realizara una obra en exclusiva para el
grupo (5), lo que vendría a situarle de nuevo en
sus márgenes, sobreentendiendo que ésta no se ajusta al realismo social que
señala la posterior recepción de Estampa Popular. Ciertamente la obra de Mateos
tiene una marcada personalidad, que, por otra parte, ya se sabe, es un rasgo
común entre los pintores expresionistas. Sin embargo, en varios de los grabados
de Mateos del año 1961 se aprecia una elección temática nada habitual en sus
derroteros artísticos de entonces -o antes justamente de ese momento -, con
figuras de mineros o campesinos junto a algunas escenas alegóricas de la represión
o la violencia ejercida desde el poder. Tal es el caso de su grabado titulado
“La bestia”, que ilustró, en 1962, uno de los libros de la editorial Ruedo
Ibérico, en París, que no forma parte del grueso de su producción gráfica de
entonces, su colección Papapájaros,
lo que desmiente que no realizara grabados en exclusiva para el grupo. Ellos
dan constancia de que Mateos asumió en buena medida, aun sin abandonar el
universalismo satírico y popular que caracterizó siempre su peculiar
expresionismo, los presupuestos de abierto compromiso y la traslación de una
temática social que constituyeron las principales señas de identidad de Estampa
Popular.
Mateos, ‘La bestia’. Linóleo. Il. Versos
para Antonio Machado. París, Ruedo Ibérico, 1962.
* Este artículo se publicó por primera vez en Los Ojos de Hipatia. Revista Cultural de Valencia, en julio de 2018 https://losojosdehipatia.com.es/
(1) Mateos realiza también una exposición
individual en Galería Orfila, en 1974, a los pocos meses de inaugurada la
galería. Su director, Antonio Leyva, ha sido curador, junto con Clemente
Barrena, de la exposición retrospectiva dedicada al grupo de Madrid de Estampa
Popular, en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid, en 2006.
(2) Un rápido repaso de la trayectoria de
Mateos puede verse en el catálogo de su exposición en Galería Orfila, 25 de
junio - 14 de julio, 2018: https://www.caja-pdf.es/2018/06/28/catalogo-exposicion-de-francisco-mateos-galeria-orfila/
(3) Sobre la correspondencia entre la obra y temprana amistad entre Alberto y Mateos, puede consultarse mi
artículo: https://www.caja-pdf.es/2018/07/06/el-pueblo-espaol-tiene-un-camino-que-lleva-a-una-estrella/
(4) Francisco Mateos, “Los socialistas y el
arte”. La Tierra, Madrid 2-7-1931.
(5) Noemi de Haro, “Estampa Popular: un arte
crítico en la España de los años sesenta”. Madrid, CSIC, 2010, p. 176
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