S.T. Técnica digital, vitra, 110 x 110 cm
Colores desde lo profundo.
El color es en sí un
grado de oscuridad. Goethe (Teoría de los colores, 1810).
Son
conformaciones cromáticas surgidas desde una hondura insondable, ora de formas
permutadas de orden geométrico, o aún orgánicas, que sugieren fluorescencias de
una fauna abisal, sirviéndose del negro como color -color de fondo o de
contraste -, las que dan pie al título con que Giuseppe Tringali ha querido
rubricar oportunamente el conjunto de sus últimos trabajos.
Y no viene
más a propósito para acercarse a ellas que hacer referencia a las
investigaciones de Goethe sobre el color. Cómo éste surge, según él, de la
polaridad entre la luz y la oscuridad (cuestionando la teoría del espectro de
Newton, que sólo tenía en cuenta a la primera), junto con la implicación, en el
proceso de percepción, tanto de factores propiamente físicos u objetivos, como
subjetivos, desde el momento en que el color se forma en el ojo humano y no
sólo por la luz proyectada sobre el objeto. Es el ojo, al fin, en unión de la
oscuridad el que da lugar al tono, lo que además conllevaba una relación
directa del color con las emociones, en lo que fue la primera teoría
psicológica del color, anticipada precisamente por Goethe.
S.T. Técnica digital, vitra, 30 x 40 cm
Este aspecto emocional ha estado siempre presente a lo largo de
la trayectoria de Giuseppe Tringali, sea porque su aproximación a la pintura
tiene que ver -y mucho -, con su profesión de publicista, como porque aquella
proviene de un principal impulso lúdico o imaginativo, en el sentido de un afán
permanente por descubrir algo nuevo, que se une en él al mismo carácter
inquieto de la emprendeduría: el alerta optimismo con se le asocia. Y con ello
ya tenemos explicadas algunas de las claves de su arte y evolución: desde que
siempre fue la abstracción su referente, en especial expresionistas abstractos
como Rothko (sus distorsiones cromáticas en base a la yuxtaposición de colores
insólitos, pero, sobre todo, la honda espiritualidad que de ellas se
desprende), hasta su perseverancia en la investigación de técnicas y materiales
que le caracteriza: acrílico y yeso en su primera época; la manipulación
pictoricista de la fotografía, después; la utilización, ahora, de los medios
digitales, con los que su pintura abunda -mediante la puesta al día con lo
lumínico más artificial y con la nueva cultura en que nos hayamos inmersos -,
en esa relación de la luz con el espacio -una de sus constantes preocupaciones
–, sin la cual no seríamos capaces siquiera de concebirlo, emergiendo desde la
oscuridad para dotarnos de una esperanza, tal consiste su última propuesta.
S.T. Técnica digital, vitra, 40 x 30 cm
David Batchelor, en su libro Cromofobia, (Londres, 2000, Madrid,
2001), donde trata del color y su secular enemiga, la cultura occidental, se
refiere a su primer rescate y reivindicación justamente por el Romanticismo.
Así, Baudelaire en su ensayo sobre la obra de Delacroix, escribe Batchelor
(pág. 41), cuando cita una observación de Liszt sobre la
predilección del pintor por la música de Chopin: “Delacroix (.) dice que
adoraba caer en una ensoñación profunda con el sonido de aquella música
delicada y apasionada, que evoca un pájaro de colores brillantes que flota
ingrávido sobre los horrores de un pozo sin fondo”. (…) Música,
color, música-color, los colores de la pintura de Delacroix, unos colores que
sin duda son “encantadores”, pero que son mucho más que eso. Se ofrecen a
salvarnos de un indecible terror y simultáneamente nos advierten de su
presencia.
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