Evolution. Óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm
Tu
nueva exposición en Galería Orfila la titulas “We Women”, haciendo explícito un
tema, el de la mujer, que siempre ha estado muy presente en tu obra. Se trata,
en efecto, de pinturas que representan, más que figuras individuales, ciertas situaciones
o estereotipos que asociamos a la condición femenina, los roles que le toca
jugar a la mujer en nuestra sociedad, muchas veces, tal como muestras, bien a
su pesar. Creo que lo que quieres expresar es una suerte de subjetividad
feminista, aun no exenta de controversias según el modo en que la planteas, las
contradicciones que aparecen, no tanto bajo el punto de vista de la identidad de
género, sino las que viven las mujeres como sujetos en lo que vendría a ser un
proceso de individuación. Algo tan dinámico por los contenidos latentes que
despiertan en ese proceso, pero, a la vez, con zonas tan oscuras e
inconscientes, incluso transgresoras del recato debido a la hora de tratar ciertas
cuestiones, acaso sólo podía darse a la luz a través del arte. Sería
interesante que nos comentaras acerca de tu evolución, los cambios que has ido
experimentando a la hora de abordar la temática de la mujer, el carácter
polémico, como digo, con que te posicionas al respecto.
Nací en Valencia, tierra
de pintores. Manuel Benedito Vives, gran retratista discípulo de Sorolla, fue tío
abuelo mío. Me licencié en Bellas Artes tarde, un mundo también de hombres. Independientemente
de mi condición femenina, tengo un temperamento fuerte y emocional, quizás por
eso siempre me interesó el expresionismo. Fueron los pintores alemanes,
fundadores de esta corriente, los que más me influyeron al principio. Kirchner,
por ejemplo, con sus figuras femeninas tan presentes en su obra, pero nunca idealizadas
de acuerdo a un determinado canon de belleza, tal como había sucedido hasta
entonces.
El arte ha tenido diferentes funciones, una pedagógica, muy importante,
y otra no menos interesante: moldear la sensibilidad. Soy consciente de lo que
me rodea y para crear expresiones de lo de fuera, que expresen lo esencial,
miro hacia dentro.
Hay pocas identidades
con sentido, a veces el arte las encuentra.
El arte tiene identidad
propia, al menos al darle un sentido a lo nuevo crea curiosidad. El observador
ante la belleza o la fealdad se estremece por lo diferente, a veces lo
simplemente bello le parece interesante y aprecia lo sublime; lo proporcionado,
lo armonioso, lo verdaderamente interesante lo quiere y lo vive.
Las mujeres a lo largo de la historia hemos sido
prototipos de un patriarcado abusivo que ha ido creando tendencias a costa de
nuestro cuerpo, maniquí estático de la cambiante moda. Mi propia condición femenina me inspira, me rebelo y me
río ante nuestra idiotez de tacones. Quiero dar alternativas a lo que somos.
Necesitamos tener confianza en nosotras mismas, eliminar rivalidades, que es lo
mismo que dejar de competir por el macho, todo aquello que nos coloca en una
situación subalterna en una sociedad machista que nos borra del medio en cuanto
la edad nos aumenta los michelines del desespero.
Mis propias vivencias de exclusión y vulnerabilidad se
reconocen en mi obra actual, pero también, a través de este instrumento
artístico que utilizo como privilegio, reivindico mi nueva y estrenada
confianza en mí misma.
En mi trabajo actual en
la Galería Orfila, elevo a la mujer a la categoría de Reina Papa china, ídolo
de diosas envidiosas y arpías del lujo de la reverencia. Con estas pinturas quiero
ser cómplice y solidaria con las mujeres revelando historias, significados y
situaciones en las que el sistema patriarcal nos ha humillado, amenazado y
excluido.
Plantón. Óleo sobre lienzo, 146 x 97 cm
La imagen de abatimiento
de “Plantón” invita a sensibilizarse y querer a esta mujer abandonada, pero
también a rebelarse.
Busco prevenir un
desastre con el “Braguetazo “, que no es una opción y concienciar con “La Falda
Floreada”, ejemplo de los estereotipos de belleza femenina, que no hacen sino
incrementar y propiciar nuestras rivalidades. Un debate muy actual, que
ensombrece nuestra convivencia, porque las consecuencias de la moda y el estilo
fomentan la envidia.
“Let´s Party at
Amazónico” es la imagen de la mujer emocionalmente independiente, al mismo
tiempo considerada bicho o zorra por el mero hecho de no depender de un hombre.
Let's Party at Amazónico. Óleo sobre lienzo, 146 x 97 cm
Y así, poco a poco, en
mi mundo de mujeres desgarbadas y pintarrajeadas, recorremos en esta exposición
ni más ni menos que una metáfora reivindicativa femenina y feminista, y una
reflexión sobre un canon de belleza ideal que han implantado los hombres.
Quiero establecer a
través de mis cuadros que el canon de belleza lo decido yo y que mis
esperpentos transgresores surgen de una crítica social, son reivindicativos y
nacen libres de todo prejuicio. Mis figuras y composiciones se unen en armonía
para conseguir una interpretación libre que huye de la irrelevancia, aunque a
veces resulte grotesca.
El crítico de arte
Gerardo Gil escribía, en el texto de presentación del catálogo de tu exposición,
que tus pinturas están basadas en la
empatía y que son una forma de
“conservar el tiempo”. Hay en las obras que presentas una enorme carga
emocional con la que logras conectar con el espectador, que, desde luego, no
sale indiferente tras contemplar tu exposición. Pero además, en ellas tratas
también, a través de varias personificaciones femeninas, un asunto tan actual
como la pandemia que estamos padeciendo. Me consta que tu intención se aleja de
la mera crónica y que va más allá, adentrándote en una dimensión existencial
que nos afecta a todos. En relación con esto, podrías contarnos cómo has vivido
o estás viviendo este tiempo, los meses que duró el pasado confinamiento, cómo
ha afectado esta experiencia a tu pintura.
Goethe decía que cuando
cumples 60 años, todo comienza de nuevo en tu vida. Yo los he pasado y sí, han
comenzado una serie de acontecimientos, como este que estamos viviendo y que no
es precisamente feliz.
Es inevitable tratar de evadirte del drama actual, pero me preocupa esta
epidemia causada por un virus desconocido, el confinamiento que hemos vivido, una
segunda fase peor si cabe que la anterior, por miedo y agotamiento ante la
misma lucha de lo que se desconoce y que dura ya siete meses para unos, y que
es mucho peor para otros, los enfermos contagiados.
Ahora nos escondemos más si cabe, cotillas de siempre y pacotillas de ‘show
off’, para más inri tras la pantalla del ordenador, y en una privacidad
desordenada nuestra verdadera personalidad se oculta a cal y canto. Lo
colectivo, lo poco original se ve y se impone una sociedad estandarizada y el marrón
verdoso como el color del sapo verde alucinógeno está presente en la
neutralidad del sucio ambiguo del Marrón (Brown color, stillthegrain).
Lo oscuro está en lo oculto y vivimos en ello. Si no hay luz todo se ve
negro, la luz es color y vida, y sin ella, viviríamos como ahora, en las
tinieblas de la ignorancia.
Algo de todo esto he querido expresar en cuadros como “La Murciélaga”, o
en “Corona”, que son imágenes femeninas tan irreales como diabólicas.
La Murciélaga. Óleo sobre lienzo, 146 x 97 cm
Es cierto que al aislamiento o distancia
social (que es precisamente también el título de uno de los cuadros de tu
exposición) se suma el efecto de “pantallización” en que se han visto inmersas
nuestras vidas, afectándonos en las cuestiones más cotidianas, con las
consecuencias negativas que indicas, aunque éstas ya venían de tiempo atrás. No
obstante, tú no has dejado de exponer y de pintar, con más intensidad si cabe,
llevada por lo que parece un sentido de urgencia, eliminando todo lo superfluo,
para concentrarte en ese aspecto emocional, tan presente en tus últimas obras,
a través de una gestualidad muy libre y espontánea, rompiendo por momentos los
límites entre abstracción y figuración. También hay una fisicidad, una
exuberancia de los cuerpos, que resulta el reverso de la fiebre de
“virtualidad” que padecemos y parece reivindicar la necesidad inapelable de la
contemplación directa de tus obras, el mismo hecho de la pintura. Una fisicidad
que diría relacionada con un primitivismo expresionista, dentro de esa sátira
grotesca que señalabas, pero a la vez con un candor y ternura propios del
dibujo infantil, que podían ser claves en esa capacidad de empatía de tus
pinturas.
Qué no daría yo por volver a ser un niño. Volver a la etapa del garabato
egocéntrico. Volver a pintar como un niño. Con todo, yo busco y quiero un poco
más, me gustaría que mi obra invitase a reflexionar.
En fin. No todo fue tan negativo durante el período del confinamiento.
En esos días organicé unas clases de pintura aprovechando, precisamente, las
redes sociales y el interés por el arte y la práctica artística que en mucha
gente se despertó para sobrellevar de la mejor manera posible todo aquello.
Entre mis más fieles alumnos y seguidores, que eran sobre todo adultos, había
una niña, Gloria, de cinco años, cuyo autorretrato me encantó por su gracia e
imaginativa creatividad. Tanto, que decidí que su dibujo debía formar parte
también de mi exposición, pues para mí representa volver a la inocencia, romper
con los prejuicios, en la forma que yo misma busco en mi obra. Ya lo dijo
Picasso: “Me tomó cuatro años pintar como Rafael, pero me llevó toda
una vida aprender a dibujar como un niño”.
Corona. Óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm Autorretrato de gloria. Dibujo/papel.
María Aparici. 'We Women'. Galería Orfila, 19 de octubre al 14 de noviembre.
https://galeriaorfila.com/2020/09/30/maria-aparici-we-women/
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