'Ker'. 2018. Fotografía impresión en dibond, 80 x 60 cm |
«El mejor destino que hay es el de supervisor de nubes, acostado en una hamaca mirando al cielo.»
Ramón Gómez de la Serna
Algo comparte la “nubología” de la serie ‘Cirrus’ (que Leticia Varela presenta por primera vez en una exposición, en Galería Orfila*) con esa candorosa y benévola atracción que siempre sintió Ramón hacia las cosas pequeñas, a pesar de su insignificancia o humilde condición, como fértiles disparaderos de la imaginación y mágicas puertas abiertas a una realidad que no por cotidiana, trasegada y trivial –o aun quizás, precisamente por eso -, deja de contener tesoros para aquellos que los sepan ver. Con la mirada limpia y desprejuiciada, por ejemplo, de un niño, con el mismo asombro y ensimismamiento con que esta artista contemplaba las nubes tumbada en la hierba de su jardín durante su infancia. Una mirada inspiradora que ahora lleva a la fotografía en esta serie, siendo fiel a los principios de este medio, en el que, a diferencia de la pintura, el autor no inventa o crea nada ex novo, sino que se limita a mostrar la realidad desde su propio punto de vista, a interpretarla, en tanto entidad preexistente. Un sobrio acercamiento, como decimos, que no excluye la fantasía y la imaginación, como ocurre en este caso, pues las nubes, volátiles y caprichosas, están bien preñadas de ellas. Resulta así que, ante la inmensidad del cielo, los pequeños e insignificantes somos ahora nosotros, sus observadores, invirtiéndose los términos ramonianos a que hacíamos alusión, si bien, en el fondo, ello no supone alteración sustancial alguna en su sugestión poética: la capacidad del sujeto de conferir o descubrir el misterio y la magia inmanentes en los objetos.
Con ello nos introducimos en un concepto que bien puede servir de hilo conductor para acercarnos a esta exposición, tal es la idea de lo sublime. Una categoría estética que encontró su despliegue teórico en autores del siglo XVIII, Kant entre otros, que la define como aquel efecto que produce en nosotros “lo que es absolutamente grande”, un exceso que sobrepasa la capacidad de nuestros sentidos hasta el punto de producirnos temor; la agitación y sensación de desmesura que experimentamos al contemplar los fenómenos de la naturaleza, bien distinto del placer que produce la tranquila contemplación de la belleza, que es la forma contenida, limitada, humana, adaptada a nuestras capacidades ordinarias de percepción, mientras, al contrario, lo sublime desborda la forma, dirigiéndose al infinito. De todo ello se deduce la íntima imbricación de lo sublime con aquello que tiene relación con nuestra interioridad, el mundo de las emociones, con nuestra propia subjetividad, alentando nuestros temores ante una realidad exterior que se nos presenta inestable e inasible, pero que, a su vez, también nos acucia a adoptar una actitud consciente o crítica para afrontar tales peligros, al avivar ese instinto básico que es el de supervivencia, o bien a sublimarlos, vía la excelsitud que produce la unión con esas fuerzas excesivas de la naturaleza, tal ocurrió en el inmediato Romanticismo. En su pintura, precisamente, podemos hallar algunos precedentes de las fotografías de Leticia Varela. Así, nos viene inmediatamente al recuerdo la pintura atmosférica de Turner, su captación de los distintos estados del cielo y de las nubes en continuo movimiento, fusionando para ello la luz y el color, pero sobre todo el reflejo de nuestros estados de ánimo en esos cielos ora arrebolados y tormentosos, ora apacibles y calmos, que se proyectan o se funden de este modo con la misma naturaleza, en esa vía abierta hacia la expresión de nuestra subjetividad. Es el mismo sujeto que, de espaldas, contempla extasiado la inmensidad -esta vez silente y estática - de la naturaleza en el célebre cuadro de Caspar David Freidrich, ‘Caminante sobre un mar de nubes’, icono del romanticismo y de cuya persistencia en nuestro imaginario acaso sea una muestra la fotografía de Leticia Varela titulada ‘Eos’, en la que, si bien ha desaparecido toda presencia humana, su planteamiento compositivo rememora aquel horizonte inconmensurable, la sensación de infinitud, pues incluso lo que eran acerados y elevados riscos en el paisaje alpino del pintor alemán, aparecen ahora sustituidos, casi al pie de la letra, por gigantescos cumulonimbos de escala y grandiosidad semejante. Una fotografía, adelantamos ya, que es la única de la serie que cabe considerar aproximadamente realista, en la medida que es posible reconocer los elementos naturales -la variedad de nubes descrita – que en ella aparecen, como también lo es el efecto de perspectiva que la identifica como paisaje, aunque se trate de una vista aérea, algo no habitual dentro del género.
Caspar David Freidrich. 'Caminante sobre un mar de nubes'. 1918. | |
'Eos'. 2019. Fotografía impresión en dibond, 80 x 60 cm |
Efectivamente, el resto de las fotografías de ‘Cirrus’ tienden, por lo general, hacia una abstracción que es tanto el resultado de esa visión subjetiva con que la fotógrafa afronta el tema tratado en esta serie, como de la proyección emocional que se deriva de ella, alterando y fragmentando los encuadres al mostrar las nubes, que no resultan, de este modo, muchas veces inmediata o directamente reconocibles, además de recurrir digitalmente a contrastes de color, sea elevándolos o, por el contrario, asordándolos como si se tratara de fotografías nocturnas, llegando casi a la monocromía. De resultas, sus fotografías colindan en ocasiones con la pintura informalista, si bien sirviéndose exclusivamente en ellas de los recursos del medio fotográfico. Lo que ocurre –y que ella explota – es que el objeto de sus fotos, las nubes, son informes por antonomasia, mientras que la subjetividad de la que hace alarde, las emociones que quiere transmitir al espectador, tienden un puente con ese movimiento pictórico en concreto, así como, en términos plásticos y expresivos, con la abstracción en general. Quizás el hecho de ser consciente del impacto que tuvo el informalismo en la conformación de nuestra mirada contemporánea, incorporándolo de alguna manera a su obra, sea lo que le diferencia del gran precedente de este tipo de fotografía que fue Alfred Stieglitz, a quien, por otra parte, podemos considerar innegablemente como su maestro y precursor, tanto por los caminos que abrió para la fotografía como arte autónomo y autosuficiente, toda vez que, en adelante, habría de servirse de sus propios medios y recursos (rompiendo así con la tradición “pictorialista” que, a la postre, no iba sino en su desmedro), como en esa misma concepción abstracta que inauguró para ella, precisamente en aquella serie a que dio por título ‘Equivalents’ (1923-1931): fotografías de nubes sin equivalente referencial o paisajístico alguno, a no ser las emociones que el propio autor era capaz de transmitir a través de ellas.
'Héspero'. 2019. Fotografía impresión en dibond, 60 x 90 cm |
'Artemisa'. 2018. Fotografía impresión digital, 60 x 45 cm |
Alfred Stieglitz. 'Equivalents'. Fotografía, 1923 |
Pero el abordaje desde lo sublime de esta serie fotográfica de Leticia Varela, el tipo de emociones y preocupaciones que quiere transmitir, tienen relación con la ecología, el cambio climático y las directas consecuencias de la actividad humana sobre el mismo. El mismo nombre de la serie, ‘Cirrus’, lo toma prestado del de un programa estadounidense que, el 13 de octubre de 1948, se llevó a cabo para tratar de desviar la trayectoria de un huracán, dirigiéndolo, en vez de mar adentro según los cálculos previstos, hacia la costa, con consecuencias catastróficas para los que allí habitaban. Así, la siembra artificial de nubes con el objeto de provocar la lluvia o prevenir el pedrisco sobre las cosechas, entre otros fines de carácter fundamentalmente extractivo y dudosamente sostenible, se lleva a cabo en la actualidad especialmente sobre el tipo de nubes denominadas cirrus, las de mayor altitud, compuestas por cristales de hielo, en forma de bandas finas y deshilachadas, que, al localizarse en las latitudes medias y bajas, son importantes reguladores del clima, además de actuar a modo de paraguas, contribuyendo a frenar decisivamente el calentamiento terrestre. Estas intervenciones son objeto de un intenso debate entre expertos y organismos científicos, por cuanto pueden llegar a tener un efecto totalmente contrario al buscado, destruyendo a medio plazo la proliferación de estas nubes y con ello, también, su gran capacidad de absorción del CO2, uno de los principales causas de la actual elevación de las temperaturas (1). Estas siembras de nubes son reflejadas en algunas de las fotografías de esta serie, que Leticia Varela compone dramáticamente, por ejemplo, a través de rojos intensos, de poderoso impacto, y vienen a complementar otra de sus series, “Campectonia”: fotografías del mar, pero en estados y formas que no le corresponden debido al calentamiento global.
'Ares'. 2018. Fotografía impresión en dibond, 40 x 60 cm |
'Gea'. 2013. Fotografía impresión en dibond, 40 x 60 cm |
Al cabo, estos proyectos fotográficos de Leticia Varela desarrollan por medio de una operación subjetiva de carácter simbólico (como las deidades griegas que dan titulo a las fotografías de su serie ‘Cirrus’, evocación de un tiempo en el que el ser humano se encontraba cerca de los dioses y de la misma naturaleza, hasta el punto, incluso, de proyectar en ellos sus humanas pasiones) un diálogo con un entorno natural inevitablemente alterado por la presencia y la acción humanas; eso que se ha venido a llamar paisaje antrópico y que está siendo abordado, en los últimos años, por otros fotógrafos desde similares planteamientos al suyo (2). En todos ellos, lo sublime constituye el elemento clave en dicha aproximación, no sólo al conectar con esa tradición inaugurada con el Romanticismo, a partir de la cual el paisaje adquiere relevancia como genuina expresión artística, sino también porque contiene en sí todos esos aspectos emocionales sobre aquello que nos sobrepasa, advirtiéndonos tanto de nuestra vulnerabilidad y pequeñez frente a los complejos fenómenos de la naturaleza, como de la misma fragilidad, también, de una naturaleza a la que estamos sometiendo a una presión insoportable en un momento como el actual, que se presenta acaso, ya, como de no retorno, según los peores pronósticos. La fotografía de autor, especialmente, contribuye así a nuestra creciente conciencia medioambiental, implicándonos emocionalmente.
* Leticia Varela, ‘Cirrus’. Galería Orfila, del 11 al 30 de julio de 2022. Exposición seleccionada por PhotoEspaña, Festival Off. https://galeriaorfila.com/2021/08/30/leticia-varela/
(1) E. Zamorano. “Los riesgos de ‘sembrar’ nubes en el cielo para evitar el cambio climático”. El Confidencial, 24/11/2020
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-11-24/cambio-climatico-sembrar-nubes-naturaleza_2844419/
(2) María Antonia Blanco Arroyo. “Lo sublime en el paisaje antrópico a través de la fotografía actual”. Arbor. Vol. 193, núm. 784. CSIC, 2027.
https://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/2196/3001
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