Alicia
Lázaro y Tony Madigan en su recital en Galería Orfila
La Canciones Populares de Federico García Lorca, junto a
sendas composiciones de Falla y Eduard Toldrá, formaron parte del recital que,
el pasado sábado 30 de junio, ofrecieron la mezzo soprano Alicia Lázaro y Tony Madigan a la guitarra, dentro de los actos paralelos que se celebran en Galería
Orfila con motivo de la Exposición Francisco Mateos (Sevilla, 1894- Madrid, 1976). El duende que
tomó presencia en la sala mucho tiene que ver con la obra de este artista
sevillano y nos retrotrajo al ambiente de aquella tertulia madrileña donde
Lorca y él se conocieron, según nos cuenta: “En 1924, me reunía en el Café de
Oriente con Barradas, Buñuel, Dalí, Lorca, Manuel Abril, Alberto… Después de
que el café despachaba a todos los clientes, nos quedábamos nosotros en él
hasta romper el día. Entonces, Lorca abría el piano del establecimiento y
preparaba en él toda una serie de canciones populares, de las que fue maestro
extraordinario.” (Entrevista a Francisco Mateos de José de Castro Arines,
diario Informaciones, 1953).
Revista
Popular, Córdoba. Nº 32, 15-II-1927
En este Café popular había veladas musicales,
violín y piano, a cargo de un dúo de señoritas, según los testimonios de Rafael
Cansinos-Asséns y Ramón Gómez de la Serna; a ellas hace probablemente
referencia un dibujo de Mateos de una mujer violinista, publicado en la cordobesa Revista Popular, que guarda grandes semejanzas con los
dibujos, asimismo en línea, que Alberto realiza en esa época, retratando el
ambiente del café. Con su tono cáustico habitual, José Bergamín relata:
“…Conocí otro Alberto que cantaba. Cantaba con una voz extraña, voz oscura,
bronca, profundamente desentonada, desgarrada, lamentable.” (“Conocí cuatro
Albertos”, en ‘Homenaje al escultor Alberto’, Litoral, Málaga, nº 17-18,
III-1971). No muy de acuerdo con esta apreciación, Mateos recuerda, por el
contrario, la buena voz de Alberto cuando, juntos, acompañaban las zarzuelas
que también interpretaba Lorca al piano durante esos trasnoches en el Café.
Aunque Lorca compone sus Canciones Populares en 1930 y las graba, a primeros del año siguiente, él
al piano, cantadas por Encarnación López, “La Argentinita”, ya se había
interesado con anterioridad por el flamenco, cuando escribe, en 1920, “Poema
del cante jondo” (que no se publicaría hasta 1932), atribuyendo, precisamente,
un excesivo peso de lo popular a lo que es en realidad el cante, creado por
autores individuales y, más aún, por tratarse de la expresión acongojada del
estado de marginación de una etnia, la gitana y no, propiamente, una
manifestación del folklore andaluz. Ello respondía a su particular campaña
contra el “antiflamenquismo”, extendido dentro del regeneracionismo propio de
la cultura de la época, proponiéndose redimir al género de su mala fama
asociada a aquellos antros y tugurios, los cafés cantantes, en los que creció y
entonces se ejecutaba. Es con este mismo propósito, que organiza con Falla, en
1922, el Concurso de Cante Jondo, en Granada (1). Un dibujo de Mateos, firmado
“Sevilla 1921”, ilustra en la revista La Esfera un artículo
sobre este acontecimiento. En él, como en el grabado titulado “Escena
andaluza”, publicado ese mismo año en La Gaceta de Múnich y la xilografía firmada “Sevilla 1925” en Revista Popular,
Mateos no escatima recursos para recrear esos ambientes de cafés cantantes y
tablados, cargados e incluso lóbregos; claroscuros que contrapuntea con el
brillo del blanco y el drapeado de los vestidos de las bailaoras en ritmos
arabescos de no disimulada sensualidad, fiel a la catarsis erótica que el flamenco
representa (2) y esa afirmación del cuerpo que, como una forma de conciencia de
clase, constituían para las poblaciones populares urbanas, dentro de la
naciente cultura de masas, éste y otros espectáculos similares, con sus
correspondientes géneros musicales (tango, cuplé, etc.), desencadenantes,
siempre, de una desinhibida sexualidad (3).
La
Esfera. Madrid. 12-VIII-1922
Gaceta
de Munich. Nº 46, 16 XI-1922
Revista Popular. Nº 5, 1-I-1926
El flamenco será tratado, en la
primera mitad de la década de los años veinte, también desde una óptica
expresionista, por el Ultraísmo: Norah Borges, Sonia Delaunay y en algún
grabado de Huici en la revista Alfar (e indirectamente, reflejando la cultura
popular andaluza, en los grabados de Bores de esa época, dentro a su vez de
este movimiento), así como en las pinturas de Souto, cuando se traslada con su
familia, desde su Galicia natal, a Sevilla, el año 1920, dejando una impronta
que marcará en adelante su obra. Le sigue el neopopularismo de la Generación
del 27 (Lorca y Alberti) y también, asociadas a ellos, bailarinas que funden
las formas contemporáneas del baile clásico con el del flamenco, como la citada
“Argentinita” y Antonia Mercé, “La Argentina”, está última, además, creando
vestuarios de compleja e impactante vistosidad, asimilando la formas plásticas
de las nueva estéticas, tal como
refleja una caricatura de Mateos publicada en el diario La Tierra, con
motivo de la cesión del lazo de la Orden de Isabel la Católica por el Gobierno
de la República a la universal bailarina.
La Tierra. Madrid, 1-12-1931
(1) Félix Grande, "García Lorca y el flamenco", en Loureiro (coord.), Estelas, laberintos,
nuevas sendas. Unamuno, Valle-Inclán, García Lorca. La Guerra Civil. Anthropos, Barcelona, 1988.
(2) Serge Salaün, "Apogeo y decadencia de la sicalipsis", en Discurso erótico
y trasgresor en la cultura peninsular. Siglos XI al XX. Madrid, 1992.
(3) Iris M. Zavala, “Arqueología de la imaginación: erotismo, transgresión y
pornografía”, en ídem.
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