Propongo aquí un acercamiento a la pintura de Julián Pinillos, su
exposición celebrada en Galería Orfila en abril de 2016*, a partir de unas
citas tomadas de David Batchelor y éste a su vez de Mijail Bajtin acerca del
cuerpo clásico y el cuerpo grotesco, y de Julia
Kristeva, esta última en relación a los aspectos liberadores del color.
Dirévos una pelea que una noche me vino, / pensando en mi ventura, sañudo e non con vino; / un omne grande, fermoso, mesurado, a mí vino; / yo le pregunté quién era; dixo: «Amor, tu vezino». Arcipreste de Hita. LIBRO DEL BUEN AMOR (181)
viernes, 24 de abril de 2020
viernes, 17 de abril de 2020
EL EXPRESIONISMO AL LÍMITE DE ANTONIA PAYERO*
Antonia Payero. 'Cruce de caminos'. Acrílico sobre lienzo, 130 x 97 cm
El expresionismo de Antonia Payero se sitúa polémicamente entre
todas estas tesituras; primero en una remontada a uno de los principales
orígenes o afluentes de aquel, como es el fauvismo, palpable en la exaltación
del color, en el mismo protagonismo, más que escenográfico-impresionista o de
estudio, de la efusión de la Naturaleza en sus cuadros, pero también en esa
“alegría de vivir” con que trata de corregir, aun irónicamente, todo ese exceso
de carga retórica y de sentimentalidad trágica que en un cierto momento se
constituyó en marchamo de la lectura expresionista, ocluyendo el verdadero
despliegue de sus contenidos utópicos y de su misma disposición crítica
respecto a una realidad que, siempre inmiscuida desde una perspectiva
existencial aunque no discursiva -en el sentido de su disquisición racional o
científica -, como no puede ser de otra forma en la creación artística, señala
uno de los principales rasgos de esta tendencia. Una realidad que, ciertamente,
pasa a ser otra en el sueño despierto del expresionismo y que Payero reelabora
a partir de todos esos contenidos desiderativos que la cultura de masas
manipula y aliena, deyectados hasta volverse irreconocibles sobre lo real de un
mundo falsificado al que le falta tanto un pie a tierra como la propia
consciencia de nuestra responsabilidad. Y así, vuelve e indaga en el origen de
estas nuestras fabulaciones, las confronta en un punto límite con esas imágenes
mediáticas que nos asedian, como también las coloca en ese límite vertiginoso y
aún desconocido que se encuentra en todo proceso de transformación y que alienta,
quizás aún de manera dormida, en toda esperanza. Es también la vuelta al origen
desde un proyecto de futuro: “la naturalización del hombre y la humanización de
la naturaleza”, como planteara Marx, en ese despliegue actuante, ya no estático
ni contemplativo, del factor subjetivo sobre el objeto y las posibilidades
latentes que éste encierra, estableciéndose una relación recíproca que se
retroalimenta y de la que se desprende la modificación de la conciencia ya no
alienada del ser humano.
Una de las definiciones del expresionismo es aquella que lo
ubica en una incesante búsqueda de los orígenes, desde un genérico primitivismo
que engloba el arte de los pueblos no occidentales, de la infancia de la
humanidad e incluso de los mismos individuos, o las expresiones de lo popular,
hasta la manifestación lograda de una ingenuidad que dimana de la interioridad
del artista, una espontaneidad mediante la que se libera de las convenciones de
la mirada y el conocimiento, sea éste cultural o de su oficio, y a través de la
que halla precisamente la originalidad o, lo que es lo mismo, un origen
encarnado en nuevo proyecto, actuante y vivo, resultado de esa inmersión
existencial mediante la que logra desasirse de todo vacuo y gastado idealismo,
referido éste tanto al decoro de la forma como a la disfunción de lo real.
Antonia Payero. 'Midiendo rosas'. Acrílico sobre lienzo, 97 x 145 cm
Sin embargo, tal definición propendía a una fácil transposición
del mito individualista y la suplantación paradójica de los valores asociados
de progreso -técnico, productivo – por los más intrincados de una suerte de
regresión que, especialmente en el postmodernismo, vendría a presentarse como
operación consoladora de lo que a esas alturas no era sino una subjetividad
exhausta: las consabidas recuperación del sujeto y de la misma “pintura” como vindicación
hedonista, ambas en un sólo acto. Se quedaba en el camino o se escamoteaba
directamente el cuestionamiento de una realidad cada vez más artificiosa por
imperiosamente tecnificada, pero también por haberse convertido en mero
simulacro a través de su calculada y homogeneizadora difusión mediática. Una
estetización de la realidad -nueva inflación idealista -, producto de la
cultura de masas conformada por el reclamo eufórico y complaciente de la
publicidad y que contenía toda las posibilidades para su traslación a su vez a
nuevos simulacros artísticos, como lo había hecho el Pop, pero sin la mirada
fría y distanciada de éste, más aún, en una nivelación por abajo de lo que
habría de ser la última vuelta de tuerca de la postmodernidad: la legitimación
del kitsch y, a su través, la espectacularización de la cultura, contribuyendo
a desarticular las instancias liberadoras que ésta acarrea como depositaria de
la memoria de la experiencia colectiva.
Antonia Payero. 'Saqueo de África'. Acrílico sobre lienzo, 102 x 162 cm
Antonia Payero. 'Sueño de Bonanova'. Acrílico
lienzo, 73 x 54 cm
* Texto de presentación en el catálogo de la exposición de Antonia Payero. Galería Orfila, 25 de mayo a 13 de junio de 2009. https://galeriaorfila.com/2009/05/25/antonia-payero-2009/
jueves, 2 de abril de 2020
MANUEL GRACIA, 'LOGOS'. DEL FLUIDO DIÁLOGO ENTRE EL AZAR Y LA RAZÓN.
Manuel Gracia en su serie pictórica “Logos”, que expone en Galería
Orfila (1), propone una nueva abstracción que aspira subsumir las antinomias del informalismo y su contraparte, los
planteamientos constructivistas. Un diálogo que, desde el señalado globalismo
del arte contemporáneo, cabe desentrañar en su caso -aun sin pretender agotar
el tema -, a partir de la mirada de Occidente a la pintura y cultura
orientales.

Manuel Gracia. 'Logos 162'. Lacas y óleo/MDF, 160 x 160 cm
Así, el jaspeado o marmoleado, practicado en Japón desde el siglo XII
con el nombre de “suminagashi”
(literalmente, "tinta negra que flota"), técnica de aguada
enriquecida después con gran variedad de colores por artistas como Ogata Korin (1657-1716), cuyas formas sinuosas
llamaron la atención del Modernismo, o Suzuki
Harunobu (1724-1770) (aunque, ya a partir del siglo XV, su versión turca a
base de tintas más espesas llamada “Ebru” se extendería por Europa aplicado al
arte de la encuadernación, principalmente en las hojas de guarda), es adaptado
por Manuel Gracia a la pintura al óleo, partiendo de idénticos principios con
que aquella antigua técnica fue concebida.
Ogata Korin
Suzuki Harunobu. 'El gran simio'
El aspecto azaroso que resulta del vertido y movimiento de los pigmentos
sobre la superficie del cuadro, su mezcolanza y fluidez características, remite
a esa espontaneidad controlada, la importancia puesta no tanto en el resultado
como en el proceso, propia del ascendiente del Zen en el arte de Extremo
Oriente; una influencia que se deja sentir primeramente en el expresionismo
abstracto a través de la valoración del gesto. Otro tipo de belleza atenta a
los procesos de la naturaleza, incorporando incluso lo feo e informe, lo
provisional y efímero, la vulnerabilidad y desgaste de los materiales
infringido por el paso del tiempo -en el caso concreto del “wabu sabi”-, se
desprende de la estética Zen en su énfasis en una actitud receptiva hacia lo
dinámico en la ejecución de la obra, dando lugar a un estado de alteración o
ampliación de la conciencia. El vacío, tan importante en el pensamiento Zen, se
concibe como el espacio no conocido, sólo captable subjetivamente en el
devenir, según su concepción unitaria de tiempo=espacio. Una idea que incorpora
a la vanguardia en Occidente John Cage
(1912-1992), tanto a través del silencio en sus composiciones musicales como,
al servirse del humo en sus obras plásticas, de la aleatoriedad que lleva
implícita la noción de cambio -en la que parte de sus conocimientos de
micología -, haciendo suyo el precepto Zen en el arte de operar igual que la
naturaleza y, consiguientemente, aceptando el elemento “azar” cualesquiera sean
los resultados.
Manuel Gracia, 'Logos 166'. Lacas y óleo/MDF 160 x 160 cm
Hokusai. 'La gran ola de Kanagawa' (1830-1833)
Esta aparente dejación del ego supone, por el contrario, una afirmación
del artista frente a toda tradición preexistente, como sucedió en la pintura
china a partir del pintor paisajista y calígrafo Shitao (1632-1707), quien, inspirándose en el Tao, el Zen y el
I-Ching o “Libro de las Mutaciones”, escribe un tratado sobre pintura en el que
la idea del trazo como “soplo”, que él llama “pincelada única”, supone el
desprendimiento del Yin-Yan como primera afirmación del ser y la imagen, el
resultado del Vacío original. Para ello, el artista tiene que liberarse de
cualquier método o escuela del pasado, confiando solamente en su espontaneidad
e intuición. Este vacío en la pintura de paisaje china y japonesa se expresa
como espacio mediante la técnica “On-ne”
(“nubes y humo”); discontinuidades de zonas en blanco que suponen una
abstracción extática del tiempo vía esas representaciones atmosféricas. De manera
similar, la línea, desde las primeras vanguardias constructivistas, buscó
liberarse de su tradicional papel figurativo (la línea como contorno de figuras
y configuraciones espaciales), para pasar a ser una abstracción
espacio-temporal, tanto mejor cuanto más ausente estuviese de ella la mano del
autor, como en el caso de las finas y esquemáticas diagramaciones a base de
escuadra y compás que Manuel Gracia superpone a aquellas otras ebulliciones
orgánicas o matéricas, y a cuya sensación de tiempo congelado en el espacio
contribuye la exótica delicadeza del lacado. Como afirmaba la artista rusa Liubov Popova (1889-1924): “La línea,
entendida como color y como vestigio de un plano transversal, dirige y
participa en las fuerzas de la construcción (...). La textura es el contenido
de las superficies pictóricas.” (2)
Manuel Gracia. 'Logos 184', lacas y oleo/MDF 60 x 170 cm
Shitao. 'Pabellón cerca de una vertiente'
(1) Manuel Gracia, “Logos”. Galería Orfila, 20 de febrero a 2 de marzo
de 2017.
(2) Benjamin H.D. Buchloh. Formalismo e historicidad. Modelos y métodos
del arte del siglo XX. Madrid, Akal, 2004, p. 236.
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