Una de las definiciones del expresionismo es aquella que lo
ubica en una incesante búsqueda de los orígenes, desde un genérico primitivismo
que engloba el arte de los pueblos no occidentales, de la infancia de la
humanidad e incluso de los mismos individuos, o las expresiones de lo popular,
hasta la manifestación lograda de una ingenuidad que dimana de la interioridad
del artista, una espontaneidad mediante la que se libera de las convenciones de
la mirada y el conocimiento, sea éste cultural o de su oficio, y a través de la
que halla precisamente la originalidad o, lo que es lo mismo, un origen
encarnado en nuevo proyecto, actuante y vivo, resultado de esa inmersión
existencial mediante la que logra desasirse de todo vacuo y gastado idealismo,
referido éste tanto al decoro de la forma como a la disfunción de lo real.
Antonia Payero. 'Midiendo rosas'. Acrílico sobre lienzo, 97 x 145 cm
Sin embargo, tal definición propendía a una fácil transposición
del mito individualista y la suplantación paradójica de los valores asociados
de progreso -técnico, productivo – por los más intrincados de una suerte de
regresión que, especialmente en el postmodernismo, vendría a presentarse como
operación consoladora de lo que a esas alturas no era sino una subjetividad
exhausta: las consabidas recuperación del sujeto y de la misma “pintura” como vindicación
hedonista, ambas en un sólo acto. Se quedaba en el camino o se escamoteaba
directamente el cuestionamiento de una realidad cada vez más artificiosa por
imperiosamente tecnificada, pero también por haberse convertido en mero
simulacro a través de su calculada y homogeneizadora difusión mediática. Una
estetización de la realidad -nueva inflación idealista -, producto de la
cultura de masas conformada por el reclamo eufórico y complaciente de la
publicidad y que contenía toda las posibilidades para su traslación a su vez a
nuevos simulacros artísticos, como lo había hecho el Pop, pero sin la mirada
fría y distanciada de éste, más aún, en una nivelación por abajo de lo que
habría de ser la última vuelta de tuerca de la postmodernidad: la legitimación
del kitsch y, a su través, la espectacularización de la cultura, contribuyendo
a desarticular las instancias liberadoras que ésta acarrea como depositaria de
la memoria de la experiencia colectiva.
Antonia Payero. 'Saqueo de África'. Acrílico sobre lienzo, 102 x 162 cm
Antonia Payero. 'Sueño de Bonanova'. Acrílico
lienzo, 73 x 54 cm
* Texto de presentación en el catálogo de la exposición de Antonia Payero. Galería Orfila, 25 de mayo a 13 de junio de 2009. https://galeriaorfila.com/2009/05/25/antonia-payero-2009/
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